Las radios comunitarias siempre han acompañado la defensa del territorios y los bienes comunes. Desde sus micrófonos desenmascararon las falsas promesas de las mineras y denunciaron cómo su explotación contaminaba los ríos; apoyaron la organización vecinal que luchaba por una vida digna en los barrios periféricos de las grandes ciudades; amplificaron los reclamos de los campesinos frente al ecocidio de los cultivos extensivos de palma africana; y reclamaron un espectro radioeléctrico más diverso que reflejara la realidad y la cultura de sus comunidades.
Hoy, estos territorios continúan siendo saqueados. Pero el asedio y la amenaza se extienden a los territorios digitales que habitamos cotidianamente. Entre las fronteras de Internet también existen fuerzas que colonizan y mercantilizan todos los aspectos de nuestra vida. Y de la misma manera, la ciudadanía resiste y se organiza alrededor de iniciativas que construyen autonomía y soberanía tecnológica. Resulta urgente politizar la tecnología e imaginar formas de resistencia que garanticen también el ejercicio del derecho a la comunicación en los territorios digitales. Las radios comunitarias tienen un rol fundamental ante este desafío.
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